Sevilla 2030
Juan Sebastián Bollaín
El Delegado de Urbanismo, sentado en su sillón, lee el guion en presencia nuestra. Acomodados en un sofá contiguo, esperamos que lo termine para recibir su veredicto. Es una espera optimista porque aunque los políticos no suelen enterarse del alcance de las propuestas, en esta ocasión mientras lo está leyendo no para de repetir entre dientes: “Muy interesante, muy interesante…” Por mi parte me concentro en un pensamiento único: “No se critica a nadie, al contrario, decimos que lo hacen todos muy bien. Los hechos serán los jueces. Nosotros no”.
Efectivamente. El guion de la película ve luz verde y en pocos días estamos rodando, mientras el Delegado prepara la multitudinaria proyección sobre una pantalla gigante adosada a la fachada del Ayuntamiento, en la Plaza San Francisco de Sevilla. Unos días antes del estreno, el Delegado de Urbanismo ve la película… De inmediato la guarda en un cajón con siete llaves y por teléfono ordena que detengan las obras de instalación de la gran pantalla. La contundencia de las imágenes le ha hecho reflexionar a la vista de lo que no vio en el guion.
–En 2030 –esto es lo que ahora piensa, estoy seguro- no veremos esa utópica y maravillosa ciudad que muestra la película, que nadie lo dude, porque la ciudad no va a ser así. ¿Y por qué no va a ser así? Pues sencillamente porque los políticos no somos tan inteligentes como se dice en la cinta… o mejor dicho, somos inteligentes algunos, pero tenemos otros intereses, que no son precisamente los de hacer una maravillosa ciudad para los ciudadanos. Y esta película nos delata…
Es un pensamiento que se guarda para sí. Naturalmente.
–O sea que los políticos –sigue pensando- o somos tontos o somos interesados, no hay otra. Y eso es lo que dice en realidad la película.
Cuando me lo echa en cara le contesto invitándole a que relea el guion y me diga qué es lo nuevo que ha descubierto en la cinta que no estuviera escrito antes, y aprobado por él.
O tontos o interesados: los políticos se dieron cuenta –justo a tiempo- de que no quedaban en buen lugar. Retiraron la película y así pocos han podido visionarla para tomar conciencia de que no es tal utopía la de conseguir la ciudad que se describe en la película, sino que todo se reduce a una cuestión de voluntad política, de voluntad ciudadana, de participación (ahora inexistente). La participación aún no está inventada.
Para cubrir el expediente, la película se proyectó para la prensa en un pequeño despacho y sin reclamo publicitario. Opiniones divididas:
-“Película crítica, irónica y divertida, en la que algunas metáforas para ilustrar el futuro pueden traer polémica” El País
-“Juan Sebastián Bollaín no es Johann Sebastián Bach. En esta película le ha salido lo que lleva dentro, un engaño para justificar su impotencia, su incapacidad artística, su falta de originalidad. Está claro el diagnóstico, Sevilla necesita células madre de un donante en mejor estado” Diario de Sevilla
-“Bollaín descubre cuál es el verdadero sentido de hacer ciudad. Un ejercicio que remueve conciencias, que zarandea a Sevilla, provocando siempre la sonrisa y la reflexión. Una película que no deja a nadie indiferente” ABC
-“Visión ideal de la Sevilla del futuro. La elección del director, Juan Sebastián Bollaín, no ha podido ser más adecuada: cineasta experimentado, arquitecto y buen conocedor de la ciudad, con un lenguaje irónico y mordaz fantasea con el futuro de la ciudad e incita a la reflexión sobre el presente. Sólo los estrechos de mente lo entenderán como una ofensa” El Mundo.